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Recuerdos, sueños, pensamientos de Carl Gustav Jung – Apuntes Breves

Posted by Raul Barral Tamayo en viernes, 13 de agosto, 2010


Un científico, enfrentado a las desconcertantes fisonomías y dolores del alma, al final de su vida recapitula y pone orden no sólo en la memoria de los hechos vividos sino en el almacén de imágenes que el sueño proporciona a la conciencia. Gracias al empeño de Jung, la interpretación de los signos que envuelven nuestra vida será un ejercicio de veracidad imprescindible.

En la primavera de 1957, cuando contaba 81 años, C. G. Jung emprendió el relato de su vida con la ayuda de su colega y amiga Aniela Jaffé. Pero en esta autobiografia las anécdotas se ponen al servicio exclusivo de su concepción del inconsciente y del hombre. No se recogen encuentros con otras celebridades ni se pronuncian discursos sobre el curso del mundo. En estas páginas conoceremos los años de formación, su ambivalente relación con Freud, los viajes y los descubrimientos, y la gestación de una religiosidad que surge de la fuente de imágenes originales que Jung descubrió en el fondo del alma.

Autobiografía interior de Jung en la que confluyen su perturbador testamento vital y la radiografía de su peripecia del espíritu: memorial analítico que por su propia naturaleza escapa a toda clasificación.

Algunas de las cosillas que aprendí leyendo este libro que no tienen porque ser ni ciertas ni falsas ni todo lo contrario:

  • Mi vida es la historia de la autorrealización de lo inconsciente.
  • Lo que se es según la intuición interna y lo que el hombre parece ser sub specie aeternitatis se puede expresar sólo mediante un mito. El mito es más individual y expresa la vida con mayor exactitud que la ciencia.
  • La ciencia trabaja con conceptos de término medio que son demasiado generales para dar cuenta de la diversidad subjetiva de una vida individual.
  • Lo más difícil en la configuración de una autobiografía consiste en que no se posee ninguna medida, ningún terreno objetivo desde el cual juzgar.
  • El hombre no puede compararse con nada. Una persona es un proceso psíquico al que no domina, o sólo parcialmente.
  • En el fondo, uno nunca sabe cómo ha ocurrido nada.
  • Sólo me parecen dignos de contar los acontecimientos de mi vida en los que el mundo inmutable incide en el mutable.
  • Mis sueños e imaginaciones constituyen la materia prima de mi trabajo científico.
  • Me vino por primera vez la convicción de que existen elementos anímicos arcaicos que pueden inculcarse en el alma individual sin que procedan de la tradición.
  • Se me ocurrió que en realidad yo era dos personas distintas. Una era el escola y la otra era la importante y de gran autoridad.
  • Fue la intención de Dios el que Adán y Eva tuviesen que pecar.
  • Me resultaba odiosa toda rivalidad, y cuando alguien convertía el juego en competencia, me separaba del juego.
  • Las contradicciones entre las personalidades 1 y 2, que me han acompañado durante toda mi vida, no tienen nada que ver con un «desdoblamiento» en el sentido usual en medicina. Tales contradicciones se encuentran en todo hombre. Principalmente son las religiones las que siempre han hablado del número 2 como del «hombre interior». En mi vida la personalidad 2 ha desempeñado el papel principal.
  • Soy responsable y de mí depende cómo se me presente el destino.
  • El «verdadero conocimiento» consiste en un instinto, o en una participación mística con los demás.
  • Dios, por lo menos para mí, era un de las experiencias más evidentes e inmediatas.
  • Sólo en el maestro Eckhart sentí un soplo de la vida sin llegar a comprenderlo por completo.
  • El gran descubrimiento de mi investigación fue Schopenhauer. Era el primero que hablaba del sufrimiento del mundo, que nos envuelve de modo invisible y avasallador, de la confusión, de la pasión, y del mal, que los demás parecían apenas observar y que querían resolver en armonía y claridad.
  • La teoría del conocimiento de Kant significó para mí una revelación mayor que la imagen «pesimista» del mundo de Schopenhauer.
  • Descubrí que la pobreza no era ninguna desventaja ni mucho menos la causa primordial del sufrimiento y que los hijos de los ricos no se encontraban en absoluto en ventaja respecto a los muchachos pobres y mal vestidos. Existían razones mucho más profundas para la felicidad y la desgracia que la cuantía del dinero disponible.
  • Estos dos sueños me persuadieron definitivamente por las ciencias y desvanecieron todas las dudas a este respecto.
  • Por lo menos una parte de nuestro ser vive en los siglos, aquella parte que para mi uso privado he designado la número 2.
  • No era capaz de comprender cómo un argumento del todo racional pudiese chocar con una oposición emotiva.
  • El pecado capital de la fe me parecía consistir en que prescinde de la experiencia.
  • Mientras que Fausto me abrió una puerta, Zaratustra me cerró otra de manera radical y por mucho tiempo.
  • Comprendí que no se llega a ninguna parte cuando no se habla de cosas que son conocidas por todos.
  • Una nueva idea o incluso una opinión insólita sólo puede divulgarse a la luz de los hechos.
  • Las ideas fijas y las alucinaciones no son sólo síntomas específicos de las enfermedades mentales, sino que tenían también un sentido humano.
  • Se es un acontecimiento que uno mismo no puede juzgar, sino más bien depende del juicio de los demás.
  • En muchos casos psiquiátricos el paciente tiene una historia que no se relata y que por regla general nadie conoce. Constituye el secreto del paciente en el cual éste se ha destrozado. A la vez encierra la clave para su tratamiento. El médico sólo debe saber cómo averiguarlo.
  • Al principio, adopté también la hipnosis en mi consulta privada, pero muy pronto la descarté porque con ella se obra a ciegas. Me interesaba mucho más saber por el propio paciente hacia dónde iba él. Para ello necesitaba realizar cuidadadosos análisis de los sueños y de otras manifestaciones del inconsciente.
  • Los diagnósticos clínicos son importantes, puesto que dan una cierta orientación, pero no ayudan en nada al paciente. El punto decisivo es la cuestión de la «historia» del paciente, pues descubre el trasfondo humano y el sufrimiento, y sólo entonces puede determinarse la terapeútica a seguir.
  • Lo que había consderado absurdo en los enfermos mentales no era en modo alguno tan «loco» como parecía. Me di cuenta más de una vez que en tales pacientes se oculta en el trasfondo una «persona» que debe definirse como normal y que en cierta medida es testigo.
  • En la psicosis se oculta una psicología general de la personalidad.
  • En los enfermos mentales sólo es visible exteriormente la trágica destrucción y sólo excepcionalmente la vida de aquel aspecto del alma que se nos oculta.
  • Yo trato a cada paciente lo más individualmente posible, pues la solución del problema es siempre personal.
  • Una verdad psicológica es solamente válida cuando se puede cambiar.
  • El psicoterapeuta no debe sólo comprender al paciente; es igualmente importante que se comprenda a sí mismo.
  • Cada terapeuta debería tener un control a través de una tercera persona, para obtener así otro punto de vista. Incluso el Papa tiene un padre confesor.
  • Esta profesión requiere una formación general muy larga y metódica que sólo poseen los menos.
  • La relación entre médico y paciente puede conducir en ocasiones a fenómenos de naturaleza parapsicológica, especialmente cuando se produce una transferencia del paciente o  una identificación más o menos inconsciente entre médico y paciente.
  • He visto con mucha frecuencia que los hombres se vuelven neuróticos cuando se conforman con respuestas insatisfactorias o falsas a las cuestiones de la vida.
  • He tenido muy pocos casos que quedaran fuera de mi alcance, muy raramente tuve que renunciar a un paciente.
  • A los pacientes más difíciles y desagradecidos pertenecen, según mi experiencia, junto a los habituales mentirosos, los denominados intelectuales, pues en ello una mano ignora lo que hace la otra.
  • Con un intelecto no controlado por sentimiento alguno, todo se puede solucionar y, sin embargo, se tiene una neurosis.
  • Freud, en el mundo académico de aquella época, era persona no grata. La «gente importante» le mencionaba, todo lo más, a escondidas y en los congresos se le discutía sólo en los pasillos, nunca en las sesiones.
  • Una verdad científica era para mí una hipótesis posible por el momento, pero no un artículo de fe para todos los tiempos.
  • Se plantea la cuestión de cómo aparece o desaparece el miedo, el remordimiento, la culpa, la coacción, la inconsistencia y la impulsividad.
  • Si Freud hubiera observado mejor la verdad psicológica de que la sexualidad es numinosa, es un Dios y un Diablo, no se hubiera quedado atascado en la estrechez de un concepto biológico.
  • Siempre que el alma es sometida a una brusca oscilación, existe el peligro de que los hilos, de los cuales cuelga, se rompan. De este modo, un hombre cae en un absoluto «sí» y otro en un «no», igualmente absoluto.
  • Freud había formulado ante mi repetidas alusiones a que me consideraba su sucesor.
  • Para mí los sueños son naturaleza a la cual no es inherente ninguna tentativa de engaño, sino que expresa algo, lo mejor que puede.
  • Lo inconsciente, así como los sueños, su expresión inmediata, son un proceso natural en el cual no cabe nada arbitrario ni intención engañosa alguna.
  • La experiencia cotidiana me enseñaba cuán tenazmente se oponía el inconsciente a las tendencias de la consciencia.
  • Los hombres que nada saben de la naturaleza son neuróticos, pues no se adaptan a la realidad.
  • Un modo de vivir totalmente razonable es en la práctica generalmente imposible, máxime cuando, en principio, se es un neurótico.
  • Es un error muy frecuente pretender que no he sabido ver el valor de la sexualidad.
  • Se puede decir que la actual consciencia cultural, en su expresión filosófica, no ha aceptado todavía la idea del inconsciente y sus consecuencias, a pesar de que se la confronta con él desde hace más de medio siglo. La idea fundamental y básica de que nuestra existencia psíquica tiene dos polos continúa siendo una tarea del futuro.
  • Me sentía muchas veces tan inquieto que debía dominar mis emociones mediante ejercicios de yoga.
  • Los indios practican los ejercicios de yoga con el objeto de eliminar por completo la multiplicidad de cuestiones e imágenes psíquicas.
  • Donde hay una voluntad se encuentra un camino.
  • La consecuencia de ocuparme de cosas que ni yo ni los demás podían comprender consistió en un gran aislamiento. Me preocupaban pensamientos sobre los cuales no podía hablar con nadie; sólo hubiesen sido mal entendidos.
  • No existe un desarrollo lineal, sólo existe la circunvalación del uno mismo.
  • Me costó cuarenta y cinco años incluir en el costal de mi obra científica las cosas que entonces sentía y anotaba.
  • Cuando comencé a comprender la alquimia reconocí que por medio de ella se produce la vinculación histórica con el gnosticismo, o neoplatonismo, por la alquimia se constituye la continuidad del pasado hasta la actualidad.
  • La psicología del inconsciente había sido establecida por Freud con los motivos gnósticos clásicos de la sexualidad.
  • Muy pronto vi que la psicolgía analítica concordaba notablemente con la alquimia.
  • Sin historia no exite psicolgía, y menos aún la psicolgía del inconsciente.
  • El secreto de Goethe era que estaba afectado del proceso de transmutación arquetípica, que evoluciona durante siglos.
  • Mi vida se resume y compendia en una obra y un objetivo: adentrarme en el secreto de la personalidad.
  • Todo juicio del hombre está limitado por su tipo y todo modo de considerar las cosas es relativo.
  • En el año 1939 organicé un seminario sobre los «ejercicios espirituales» de Ignacio de Loyola.
  • Casi todos los problemas que me interesaban humana o científicamente iban acompañados o eran iniciados por sueños.
  • Prescindí de electricidad y yo mismo cuido del hogar y la estufa. Tampoco hay agua corriente, debo extraer el agua yo mismo mediante bombas.
  • Mi abuelo fue un inteligente francmasón y un Gran Maestre de la logia suiza.
  • Los rosicrucianos procedían de la filosofía alquímica o hermética.
  • El futuro se prefigura a largo plazo en el inconsciente.
  • No se vive ya de lo que se posee, sino de promesas, no a la luz del presente día, sino en las tinieblas del futuro en que se guarda el auténtico amanecer.
  • Cuanto menos comprendamos lo que buscaron nuestros padres y antecesarores, tanto menos nos comprendemos a nosotros mismos.
  • El pueblo indio es extremadamente reservado e impenetrable por completo en lo que respecta a su religión.
  • El cristianismo aspira al bien y queda a merced del mal; el indio, por el contrario, se siente al margen del bien y del mal o busca alcanzar este estado mediante la meditación o el yoga. El objetivo del indio no es la perfección moral, sino el estado de nirvana.
  • No puedo liberarme de nada que no posea o no haya experimentado o realizado todavía.
  • Un hombre que no haya pasado por el infierno de sus pasiones no las habrá dominado todavía.
  • En el cristianismo se padece más, en el budismo se ve y se hace.
  • Nunca he escrito expresis verbis sobre una vida después de la muerte, pues en tal caso hubiera tenido que justificar mis ideas y esto no se puede hacer.
  • Racionalismo y doctrinarismo son las enfermedades de nuestra época; ellas pretenden saberlo todo.
  • Los muertos preguntan como si no dispusieran de la sabiduría total o de la consciencia absoluta, como si tan sólo pudieran penetrar en el alma corporal de los vivientes.
  • El conocimiento presupone, como la procreación, una oposición, un aquí y un allí, un arriba y un abajo, un antes y un después.
  • Hombres a los que se desearía una larga vida desaparecen a mitad de su vida y hombres inútiles alcanzan una avanzada edad. La brutalidad y arbitrariedad de la muerte puede amargar a los hombres hasta el punto de que concluyan que no existe Dios misericordioso alguno, ni justicia ni bondad.
  • La necesidad mítica del hombre occidental requiere una imagen evolutiva del mundo con principio y fin. Rechaza tanto un fin que sólo tenga principio como la concepción de una rotación estática, eternamente cerrada en sí misma. El hombre oriental, por el contrario, parece poder tolerar la última idea.
  • El mundo al que vamos después dee morir será espléndido y terrible, tal como la divinidad y la naturaleza conocida por nosotros. Tampoco puede imaginar que dejen de existir las desgracias.
  • Me parece probable que también en el otro mundo existan ciertas delimitaciones.
  • La cuestión decisiva para los hombres es: ¿guarda relación con lo infinito o no? Esto es el criterio de la vida.
  • El sentimiento de lo infinito sólo lo alcanzo, sin embargo, cuando estoy limitado al máximo.
  • Cuando se dice que soy sabio o un «erudito» yo no puedo aceptarlo.
  • Yo percibo en cierto modo los procesos del subconsciente y por ello tengo seguridad interna. El que no ve nada, tampoco tiene seguridad, ni puede sacar conclusión alguna o no confía en las propias conclusiones.
  • La soledad no surge necesariamente en oposición a la comunidad, puesto que nadie siente más la comunidad que el solitario, y la comunidad florece tan sólo allí donde cada individuo rememora su propia singularidad y no se identifica con los demás.
  • No puedo formarme un juicio definitivo porque el fenómeno de la vida y el fenómeno del hombre son demasiado grandes.
  • De nada estoy seguro del todo. No tengo convicción alguna definitiva, propiamente de nada. Sólo sé que nací y existo y me da la sensación de que soy llevado. Existo sobre la base de algo que no conozco.

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