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Mis sentencias ejemplares de Emilio Calatayud y Carlos Morán – Apuntes

Posted by Raul Barral Tamayo en jueves, 28 de marzo, 2019


© Emilio Calatayud Pérez, 2008
© Carlos Morán Martín, 2008
© De las ilustraciones: Enrique Ruiz Juristo, 2008
Editorial: La Esfera de los Libros.

El juez Emilio Calatayud se ha hecho famoso dentro y fuera de nuestras fronteras, por sus sentencias ejemplares y su sentido común a la hora de aplicar la justicia sobre los menores de edad. Este juez, conservador y revolucionario, inconformista y solidario, defiende que todo el mundo puede equivocarse, y más en el proceso de aprendizaje de la juventud, por eso sus decisiones siempre tratan de reeducar y sacar lo mejor de cada chaval.

En este libro nos cuenta de viva voz cómo empezó su andadura, su opinión sobre la educación que los padres están dando actualmente a sus hijos (incluye la transcripción de una conferencia que dio sobre este tema y que ha sido vista por más de un millón de internautas) y los casos de su juzgado de Granada que más sorpresa han despertado en la sociedad:

– Condenado a dibujar un cómic, narrando su delito, a Enrique (el ilustrador de estas páginas), el chico que conducía una moto sin seguro.

– Castigado a aprender a leer y escribir un joven analfabeto por robar material de construcción.

– Gamberros obligados a colaborar con una institución de asistencia a personas con discapacidad por mofarse de un minúsvalido.

Emilio Calatayud Pérez nació en Ciudad Real el 22 de diciembre de 1955; es el cuarto de ocho hermanos. En 1972 se trasladó a Madrid, donde estudió en ICADE. Tras un paso efímero por la abogacía y la empresa, accedió a la carrera judicial en 1980, y desde diciembre de 1988 se encarga del Juzgado de Menores de Granada. Hombre casero, amigo de sus amigos, sus grandes aficiones son nadar, andar y montar en bicicleta; aunque lo que más le gusta es «aburrirse», o lo que es lo mismo, «no hacer nada y luego descansar».

Carlos Morán Martín nació hace cuarenta y dos años en Palomero (Cáceres) y se crio en el País Vasco, donde se licenció en Periodismo. Con la tinta del diploma aún fresca, viajó a Granada para hacer unas prácticas en el diario Ideal y ya no se movió de allí. Por razones obvias, sus ciudades preferidas son Cáceres, San Sebastián y Granada. Le gusta nadar en el mar y la música soul. Hubiera dado casi cualquier cosa por haber escrito una sola página de Fuegos con limón, de Fernando Aramburu, o de Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez.

Enrique Ruiz Juristo tiene veintidós años y es ilustrador desde que era un niño de pañal. Estudió Bachillerato Artístico en la Escuela de Artes y Oficios de Granada y, actualmente, está a punto de acabar un máster de dibujo profesional. En la actualidad tiene dos sueños: completar sus estudios en Madrid y convertirse en dibujante profesional.

Algunas de las cosillas que aprendí leyendo este libro que no tienen porque ser ni ciertas ni falsas ni todo lo contrario:

  • Como yo era el de en medio, tenía el contradictorio estatuto de ser el más pequeño de los mayores y el más grande de los pequeños, circunstancia que tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
  • Antaño se maduraba a mayor velocidad que hogaño. Con seis años, ya estaba uno preparado para la indepedencia (al menos, parcial). En cambio ahora la infancia y la adolescencia llegan casi hasta la frontera de los treinta. Los niños se apalancan en el hogar familiar y no hay manera de deshacerse de ellos.
  • Nunca he sido una lumbrera como estudiante pero siempre he tenido mucha fortuna con los amigos que me he ido echando a lo largo de la vida.
  • Reconozco humildemente que, en alguna ocasión, también copié. Como es de ley.
  • La abogacía y yo empezamos a distanciarnos casi antes de empezar. Aquello no me llenaba.
  • No me gustaba ser abogado y, además, yo quería tener un sueldo fijo, un salario que no estuviera sujeto a los vaivenes del bufete.
  • A mi amigo se le metió en la cabeza la idea de que estudiáramos para ser jueces, una posibilidad que, la verdad, yo no había contemplado.
  • Como solemos decir los jueces, dejaré que sean mis sentencias las que hablen por mí.
  • Un juzgado es un equipo. No es un tópico. Cada cual tiene su papel y todos son imprescindibles.
  • Esas condenas que tanto han llamado la atención sustituyen a otros castigos más severos y tienen un carácter totalmente voluntario. El joven en cuestión y su familia han de estar de acuerdo. El infractor debe reunir unas determinadas condiciones. Lo que se pretende es reducir al máximo la imposición de penas de internamiento y apostar por la rehabilitación en libertad. Y esa idea exige empeño y fe en cantidades industriales. Las experienciass iniciales fueron un éxito y eso nos animó a continuar en la misma línea.
  • Recibo a diario una correspondencia tan copiosa como alucinante. Se decidiera contestar a todos los que me escriben, no haría nada más. Mi buzón es una caja de sorpresas y un cajón de sastre, todo a la vez.
  • Si no me falla la memoria, tiene que haber una decena de chavales a los que les hemos suspendido la condena a cambio de que ingresaran en las Fuerzas Armadas. Más de uno ya debe de tener galones.
  • Puedo jurarles que he oído cosas que dejarían fuera de juego a un mercenario o a un psiquiatra.
  • Nuestro único empeño es que los menores que se han desviado vuelvan al camino de perfección.
  • Los menores son el eslabón más débil de la cadena. Suelen ser los primeros en caer en manos de las fuerzas de seguridad del Estado. Mano de obra barata para ahorrar riesgos a los capitostes de la droga.
  • He de reconocer que, a la hora de condenar, tenemos cierta obsesión con el bricolaje o la limpieza.
  • Normalmente, cuando un jovenzuelo del África negra comparece ante un tribunal no es porque haya cometido un delito violento. Casi en el cien por cien de los casos están acusados de atentar contra la propiedad intelectual, eso es, de vender discos piratas en las mantas. Solemos «condenarlos» a aprender español. Los resultados son muy buenos. En tres o cuatro meses, los menores manejan la lengua de Cervantes con soltura. Así da gusto.
  • Fieles a nuestra filosofía de primar la educación frenta a la represión.
  • Deseos al margen, lo fundamental en este trabajo es dar un trato procesal proporcionado al acusado. No se puede criminalizar a un mozalbete porque tenga un mal día, lo cual no quiere decir que la conducta quede impune.
  • La gran mayoría de nuestros «clientes» son personas normales que, ocasionalmente, cometen un error que es preciso corregir.
  • Mal consejero el aburrimiento. Uno de los mayores llegó a confesar que no sabía qué le había pasado para embarcarse en el r obo, porque falta no le hacía. El móvil del «crimen» bien pudo ser el aburrimiento, que es algo típico de estos tiempos.
  • Para mí no hay mejor premio que el de acertar.
  • Otra de las dudas de más recurrentes de mis «improvisados» alumnos era la siguiente: «Aquí se juzga a los que tienen entre 14 y 18 años, ¿qué pasa conb los menores de 14?». Pues nada, que la Justicia no puede hacer nada contra ellos: son inimputables. En cuanto las Fuerzas de Seguridad constatan que un sospechoso tiene menos de 14 años, la investigación debe quedar inmediatamente interrumpida; ya hay voces que reclaman que los expedientes se concluyan, aunque no se acuse a nadie. Los infractores de estas edades tienen que quedar bajo la tutela de sus padres o, en su caso, de una institución de protección.
  • Me encanta el mito de Pigmalión porque resume muy bien lo que persigue la Justicia de Menores: enderezar lo que se ha torcido, educar y reeducar.
  • Los delincuentes juveniles españoles del último tercio del siglo pasado podían atracar bancos a sangre y fuego, disparar a un guardia civil o conducir coches con sólo once años, pero no pegaban a sus mayores. En su particular código de honor no tenía cabida semejante aberración. Ahora sí. Son delitos mayores, pero cometidos por menores.
  • Esperemos que pronto los correcionales para enfermos psiquiátricos dejen de ser una asignatura pendiente, porque cada vez son más necesarios. Según los expertos, el creciente consumo de cocaína y el policonsumo de drogas entre los jóvenes van a desembocar en una epidemia de patología mentales. No es una película. Y da miedo.
  • En el juzgado hemos observado un preocupante incremento en el número de chicos que entran en el territorio del Código Penal después de empaparse en alcohol. Sobre todo, los fines de semana.
  • Esta terapia de choque funciona. Doy fe de ello. Al estar en contacto con las víctimas de imprudencias y ver las secuelas que arrastran, los jóvenes interiorizan el mensaje que esos dramas llevan implícito.
  • En mi opinión, el problema del consumo de alcohol entre la juventud ha de ser tratado con el mismo o más rigor que el del tabaquismo.
  • Tenemos un impresionante arsenal de disposiciones legales para impedir que se proporciones alcohol a menores, pero no se cumplen. Me imagino que será por falta de medios.
  • Yo lo que tengo meridianamente claro es que no se necesitan más normas. Lo que se ha de procurar es que se cumplan las que existen. Porque las drogas legales, insisto, no son ninguna broma. Aunque estén tan presentes en nuestras vidas como el alcohol … o el juego.
  • El mejor abono para el a coso en las aulas es el silencio.
  • Los elementos para fabricar explosivos caseros están prácticamente al alcance de cualquiera. Guste o no guste, ésa es la realidad.
  • Un delincuente infantil o juvenil es un fracaso social. Los niños y los adolescentes siempre son víctimas. Aunque lo sean de sí mismos. Si entendemos que la culpa es colectiva, habremos hecho la mitad del camino para recuperar a un chaval que ha cometido una infracción. Los menores siempre son víctimas, pero hay algunos que son más víctimas que otros.
  • Los malos son los que se sirven de los niños para delinquir.
  • Los peores delitos son los que no podemos explicarnos. Yo he aprendido que ese mal en estado puro también puede anidar en los menores.
  • La mayoría de los adolescentes inmigrantes no son así. Pero los conflictivos constituyen un auténtico reto para las instituciones. Son chicos que han visto tanto y han sufrido tanto que hace tiempo que dejaron de ser niños, si es que alguna vez lo fueron. Tienen 14 o 15 años, pero sus vivencias son las de un adulto de 40. Los refugios para menores desamparados no están preparados para darles la atención que precisan.
  • No estamos preparados para tratar a estos jóvenes, hijos de la marginación y el desarraigo más absolutos. Desgraciadamente, hay demasiados casos.
  • Las abismales diferencias sociales y económicas entre España y Marruecos producen pequeños depredadores y no tenemos los códigos para manejarlos. Es como si tuviéramos que enfrentarnos a los delincuentes juveniles que había en nuestro país hace cuarenta años.
  • Lo que más no asusta es aquello que no podemos explicarnos.
  • Una mañana, el pequeño al que hemos visto crecer se rebela y alza la voz más allá de lo permisible. Poco después llegarán los insultos y, sin solución de continuidad, los empujones, las bofetadas, los robos en casa, los problemas en la escuela … El tirano adolescente apenas habla: sólo sabe comunicarse mediante la violencia. Es el punto de no retorno. Hay que actuar y rápido. No es algo pasajero ni hormonal. No es la edad del pavo. No hay más salida que denunciar y poner a nuestro hijo a disposición de la Justicia. Es un paso que nadie querría dar nunca, pero no hacerlo sólo complica las cosas y retrasa la solución.
  • Cuando el niño más querido pasa a ser un dictador, la decepción es prácticamente insoportable. Es reconocer que una ilusión tremenda ha quedado convertida en una ruina. Puede levantarse entre padres e hijos un muro muy difícil de derrumbar, pero es un riesgo que no hay más remedio que correr. Es necesario imponer límites y castigos, porque el tiempo del diálogo ya pasó.
  • Según diversos estudios, un 10% de las adopciones de niños extranjeros mayores de ocho años no funciona bien. Algunos de esos chiquillos terminarán en centros de acogida. La falta de apoyo y asesoramiento a las familias suele estar en el origen del fracaso.
  • Legislar al calor de una hoguera en la que arde viva una joven es un error mayúsculo.
  • No soy partidario de este tipo de impulsos. No se puede funcioanr a golpe de opinión pública. Hay que aguardar un tiempo prudencial para ver cómo funciona. Cuando se producen casos como el de Sandra Palo, es inevitable que surjan voces que exijan mano dura. Entonces hay que tener temple y no dejarse llevar. La respuesta penal a los crímenes cometidos por niños y adolescentes no es débil.
  • Hay quien oye hablar de mis sentencias ejemplares y cree que soy un juez blando, pero los chicos que tengo en Tierras de Oria saben que no es así. A grandes males, grandes remedios. Y el castigo, en la mayoría de los casos, funciona. Por muy feroz que sea el crimen.
  • Algunos de los que han pasado por allí me han dicho que preferían la cárcel. Hablaban en serio.
  • Hay que tener en cuenta que para un adolescente encerrado el tiempo transcurre mucho más despacio que para un adulto en la misma situación. Cuando superas los treinta o los cuarenta, los días vuelan imparables.
  • La realidad es que trajo cosas, sí ,pero ninguna mala. El Centro generó empleo y riqueza. Alrededor de un centenar de vecinos de Oria trabajan en el correccional. En la cercana localidad de Purchena ha calado el ejemplo de Oria.
  • Aunque sea por puro egoísmo, nos interesa recuperar a los delincuentes infantiles y juveniles antes de que sean adultos. Es más rentable que nuestros impuestos se inviertan en ese objetivo que en construir cárceles o en pagar a más policías.
  • A tenor de mi experiencia, los progenitores no suelen acordarse del peliagudo tema de la responsabilidad civil y, cuando se enteran, les escuece lo mismo que si alguien les espolvoreara sal en una herida abierta.
  • Hay que tener en cuenta que en España los casos de delitos muy graves cometidos por chicos que aún no tienen la edad penal se pueden contar con los dedos de una mano. Son muy raros. Es absolutamente excepcional que un pequeño de doce años se vea involucrado en un crimen serio de sangre o de índole sexual.
  • Como normal general, es fundamental no expulsar a un niño del colegio. El chico podrá ser apartado del aula, pero no puede ser apartado del colegio. Esos equipos profesionales que decíamos antes deberían trabajar con ese alumno en horario escolar. No lo saquemos del colegio.
  • Yo veo a un chorizo y tengo la experiencia suficiente para decir: «Éste también va a ser chorizo de grande, tiene todas las papeletas».
  • Una de las experiencias más bonitas que he tenido es que todos los centros escolares de Granada pasan por mi juzgado a ver los juicios de otros menores como ellos.
  • Quizá no estaría de más volver a las escuelas de padres. Hoy en día es muy complicado tener un hijo.
  • Hemos perdido el norte. Coherencia y sentido común, que a veces hay que decir que no. Lo que sucede es que tenemos un complejo muy gordo de joven democracia. Da la impresión de que nos da miedo decir «hasta aquí hemos llegado». Parece que tememos que nos digan que queremos volver a tiempos pasados. En mi opinión, llevamos ya unos cuantos años de democracia para poder distinguir si estamos ante un no de protección o ante un no autoritario.
  • Los menores son un compromiso de todos.
  • No existe una fórmula mágica para impedir que un individuo se convierta en un criminal. En cambio, sí hay un método para lograr lo contrario.
  • El célebre «decálogo» de don Emilio Calatayud. En realidad, nadie sabe quién es el autor de esta insólita «tabla de mandamientos».
    • Desde su más tierna infancia, dé a su hijo todo lo que le pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
    • No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
    • Cuando diga palabrotas, celébrelo con unas sonoras risotadas. Esto le animará a hacer cosas todavía más graciosas.
    • Nunca le regañe ni le diga que ha obrado mal. No le reprima. Podría crearle complejo de culpabilidad.
    • Recoja todo lo que él deja tirado por ahí: libros, zapatos, ropa sucia, juguetes … Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
    • Déjele ver y leer todo lo que caiga en sus manos. Esfuércese para que los platos, cubiertos y vasos que utiliza su hijo estén convenientemente esterilizados, pero no se preocupe por que su mente se llene de basura.
    • Riña a menudo con su cónyuge en pr esencia del niño. De esta forma, conseguirá que no le afecte demasiado una ruptura familiar, quizá provocada por su propia conducta.
    • Sea generoso, que su chico tenga todo el dinero que pida. Que nunca le f alte un euro en el bolsillo. No vaya a sospechar que para conseguirlo es necesario trabajar.
    • Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle graves frustraciones.
    • Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga el chaval con sus profesores y con sus vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarle.
  • Una ley por sí sola, no es más que una declaración de intenciones. Para que una norma pueda aplicarse y tenga incidencia en la realidad es necesario que exista un reglamento.
  • José Chamizo de la Rubia. Defensor del Menor de Andalucía.
    • La Justicia es una acción pública de educar. Corregir los comportamientos que entendemos contrarios a un modelo de convivencia social.
    • Nos hemos empeñado en arbolar una sociedad complicada, cargada de tensiones, con profundos cambios en las estructuras donde hasta hace poco se desarrollaba la evolución formativa de la juventud. Cada vez aparecen más sujetos que interfieren en los mensajes de formación de valores.
    • Un mal consejo, el ejemplo inadecuado, la obsesión por acaparar de la manera más fácil, pueden llevar a una persona joven a cometer una tropelía que necesita su cumplida respuesta.
  • Carlos Morán.
    • Su despacho es una especie de gabinete psicopedagógico, un diván en el que, un día sí y otro también, se tumban papás y mamás que son incapaces de gobernar el timón de sus vidas.
    • Cuando cree que está ante una injusticia, se queja y punto. Sabe que habrá consecuencias, no es un inconsciente, pero no se calla. Es un juez que se atreve.
    • Don Emilio es un eficaz improvisador. No se arruga ante las dificultades o la falta de medios. En realidad, se crece.
    • Antes de que finalizase la década delos ochenta (1988), don Emilio decide especializarse en la Justicia de Menores. El Estado iba a crear unos veinte juzgados de ese tipo y necesitaba voluntarios.
    • Don Emilio se estrenó en el cargo con una medida polémica: puso en libertad a prácticamente todos los chavales que estaban internos en el correcional de San Miguel de Granada.
    • El mensaje que lanzaron era claro: quien no lleve a sus hijos a clase puede acabar en la cárcel.
    • Hay dos cosas que el juez Calatayud hace como nadie: cerrar lo que no funciona y dar toques, da lo mismo que sean individuales o a gran escala.
    • Don Emilio, que no es que se oponga a que se hable de sus cosas, pero tampoco da facilidades; si se le pregunta, responde. Y sin pelos en la lengua. Pero que nadie espere que tome la iniciativa. No es un «filtrador» que se desviva por salir en los periódicos. Es lo contrario a un juez estrella. Se atreve, pero no lo cuenta.
    • Caminando siempre por el filo del expediente disciplinario. Ha sido una constante a lo largo de sus ya dilatada carrera, que también se ha caracterizado por la versatilidad del personaje.
  • Pedro Joya y María Luisa Mellado. Juez de Vigilancia Penitenciaria de Granada y secretaria judicial.
    • Emilio encarna sin duda las virtudes de la Justicia. Es persona sencilla en las formas, cercana en el trato y justa en la resolución. Administra recta e imparcial Justicia, comprensible al ciudadano, en el que despierta admiración.
    • Sin perder un ápice de la dignidad que siempre debe presidir la función judicial, conecta inmediatamente con la g ente. Conecta con la víctima y con el menor imputado sobre el que piensa que merece la pena apostar. No siempre ha conseguido su rehabilitación, pero aun aquellos que hoy, ya mayores, están en prisión, cuando les visito en mi condición de juez de Vigilancia Penitenciaria, me preguntan, y siempre me hablan con extremado cariño de quien siempre será para ellos un juez especial: don Emilio.
  • Olga Bertomeu. Psicóloga, sexóloga y comunicadora.
    • Ser un filósofo no consiste en la capacidad de formular pensamientos sutiles, sino en buscar soluciones y resolver algunos problemas de la vida, sobre todo en el terreno práctico, no en el teórico.
    • Emilio ha logrado la mayor enseñanza que puede brindar la filosofía, el pensar por sí mismo. Ha comprendido que lo equitativo es al mismo tiempo justo y mejor que justo en el sentido de que permite una rectificación de la ley cuando la ley se queda corta debido a su generalidad, a su universalidad.
  • Lourdes Maldonado. Presentadora de los Informativos de fin de semana de Antena 3.
    • Sin perder de vista que la víctima siempre es la víctima y que el culpable tiene que pagar, Calatayud nos ha enseñado que hay delincuentes que son producto de la marginación, la pobreza y la incultura. Y que la mejor forma de ayudar a esos pequeños delincuentes que con una Justicia inteligente, sensible y con sentido común, sin que deje de ser una Justicia rigurosa.

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