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¿Quién soy y… cuántos? de Richard David Recht – Apuntes Breves

Posted by Raul Barral Tamayo en martes, 27 de marzo, 2018


Título original: Wer bin ich – und wenn ja, wie viele?
© 2017, Willhem Goldmann Verlag
© de la traducción: Marc Jiménez Buzzi
Editorial: Editorial Ariel.

¿Qué es la verdad? ¿Cómo sé quién soy? ¿Por qué debo ser bueno?

Hay muchos libros sobre filosofía, pero el libro de Richard David Precht es distinto a todos los demás. Ninguno acerca al lector a las grandes preguntas filosóficas de la vida de un modo afín a la forma de pensar y los problemas de hoy y teniendo en cuenta, además, los conocimientos científicos más recientes.

Desde la neurología hasta la filosofía, pasando por la psicología, Precht nos pone al día de los últimos descubrimientos y teorías. Como si de un puzzle se tratará, el autor construye la asombrosa imagen que actualmente las ciencias trazan del hombre, revela respuestas (o principios de respuesta) a las preguntas que siempre nos hemos formulado y a las que no habíamos sabido contestar. ¿Quién soy y … cuántos? es un excitante viaje hacia nosotros mismos: inteligente, ameno y divertido.

Richard David Precht (Solingen, Alemania, 1964) es filósofo, periodista y escritor. Se doctoró en la Universidad de Colonia y desde entonces ha trabajado para casi todos los periódicos y emisoras de radio alemanes más importantes. Escribe para el Chicago Tribune y es autor de dos novelas y tres libros especializados. Actualmente vive entre Colonia y Luxemburgo.

Algunas de las cosillas que aprendí leyendo este libro que no tienen porque ser ni ciertas ni falsas ni todo lo contrario:

  • En la actividad académica la filosofía orientada al pasado ejerce un predominio excesivo sobre la filosofía referida al presente.
  • En la vida, rara vez se construye algo con piedras que no provengan de otra parte.
  • Immanuel Kant cifró las grandes cuestiones de la humanidad en las siguientes preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué es el hombre?
  • Creo haber aprendido que la ventaja de una u otra teoría no se demuestra necesariamente mediante una comparación teórica abstracta, sino por los frutos que permiten cosechar.
  • Nunca deberíamos olvidar la capacidad de formular preguntas. Aprender y disfrutar es el secreto de una vida plena. Aprender sin disfrutar nos reseca por dentro, disfrutar sin aprender nos vuelve estúpidos.
  • Nietzsche sostuvo con vehemencia la opinión de que el hombre es un animal, circunstancia que determina su pensamiento y se plasma en sus pulsiones e instintos, en su voluntad primitiva y en los límites de su facultad cognoscitiva.
  • El hombre no tiene acceso a un conocimiento plenamente objetivo.
  • El espectacular proceso evolutivo que se inició con unos pocos primates hace aproximadamente tres millones de años sigue siendo un gran misterio para la ciencia. En un período de tiempo relativamente breve se triplicó el tamaño de su cerebro.
  • En las formas primitivas del hombre se produjo algo insólito: el cerebro creció a un ritmo superior que el cuerpo. Que se sepa, ese fenómeno sólo se ha dado en dos especies: los hombres y los delfines.
  • Mientras que en todas las otras especies de mamíferos el cerebro crece más lentamente que el cuerpo después del nacimiento, en el hombre se sigue desarrollando durante cierto tiempo casi al mismo ritmo que dentro del vientre materno.
  • Gerhard Roth, neurólogo alemán: «El hombre en modo alguno posee un córtex prefrontal especialmente grande porque lo necesitara imperiosamente; más bien le fue suministrado de balde».
  • En el cerebro no hay tres cerebros que trabajen de forma mayormente independiente unos de otros. Tampoco es correcta la suposición de que los tres cerebros se han formado en estadios sucesivos de la evolución de reptil a hombre, ya que los reptiles tienen un sistema límbico muy parecido al del hombre e incluso poseen un sistema límbico muy parecido al del hombre e incluso poseen un telencéfalo, una variante (si bien más sencilla) de lo que representa la neocorteza para los mamíferos.
  • Nietzsche llamaría a Descartes el «abuelo de la revolución que convirtió a la razón en la única autoridad».
  • Descartes fue un filósofo muy influyente, uno de los más influyentes de la historia. Visto en retrospectiva, resulta obvio que la solidez de su indagación del pensamiento tuvo su contrapartida en la debilidad de su concepción del cuerpo humano. El cuerpo, para él, no era más que el tronco que sostenía la cabeza.
  • La investigación del cerebro hoy sabe que ni los sentimientos ni las actividades intelectuales de mayor calado pueden separarse de la constitución y la forma de trabajar del organismo biológico. Si tal cosa fuera posible, los investigadores del cerebro no tendrían trabajo; no tendrían que investigar las regiones del cerebro, registrar las conexiones eléctricas ni nombrar los elementos químicos, pues todo eso no tendría nada que ver con el intelecto.
  • La conciencia humana es la interacción del cuerpo, y sus experiencias con el medio. Para entender nuestra mente, no debemos fijarla únicamente en nuestro cerebro, en un espacio incorpóreo, como hacía Descartes, sino que debemos considerar que está constituida por todo nuestro organismo.
  • El camino de la teoría científica del conocimiento ha llegado a su límite; ya no quedan nuevas regiones por explorar.
  • Ernst Mach dijo las cuatro verdades a la filosofía: «El yo es insalvable. En parte esta intuición y en parte el miedo que ésta suscita conducen a las más extrañas absurdidades pesimistas y optimistas, religiosas y filosóficas».
  • El escocés David Hume tenía veintiocho años cuando, en 1739, publicó su Tratado de la naturaleza humana. Como Mach, Hume volvió de su búsqueda del yo con las manos vacías. En efecto, el alma y el yo no eran objetos empíricos. Para percibir las sensaciones, los conceptos y los sentimientos, el hombre no precisa ningún yo.
  • Si existe un yo, se trata de algo derivado; en eso tenía razón el señor Hume.
  • La respuesta de muchos neurocientíficos (aunque no de todo ellos) es la siguiente: No, no existe el yo. No existe nada que dé una íntima coherencia a los seres humanos. El yo es una ilusión.
  • Que no exista ese centro del yo es una muy buena noticia, y en modo alguno decepcionante.
  • No encontrar el alma o el yo es mucho mejor que encontrar un yo para luego fraccionarlo y despojarlo de su misterio.
  • Muchos neurocientíficos tienden a adoptar la opinión de que no existe un único yo, sino muchos estados del yo distintos. El yo-cuerpo se cuida que yo sepa que el cuerpo con el que vivo es, en efecto, mi cuerpo. El yo-localización me dice dónde me encuentro ahora mismo. El yo perspectivista me hace saber que soy el centro del mundo que percibo. El yo como sujeto vivencial me dice que mis impresiones sensoriales y sentimientos son míos y no de cualquier otra persona. El yo de autoría y control me convence de que soy responsable de mis pensamientos y de mis actos. El yo autobiográfico se encarga de que no me salga de mi propia película, que a lo largo de toda la vida me perciba como uno y el mismo. El yo autorreflexivo me permite reflexionar sobre mí mismo e interpretar los diálogos mantenidos entre el I y el me. El yo moral viene a ser mi conciencia y me dice lo que está bien y lo que está mal.
  • Una de las cosas curiosas de la investigación del cerebro es la de que muchos neurocientíficos ponen en tela de juicio el yo al tiempo que investigan su formación.
  • Mr. Spock constituye una especie de ideal, el sueño de todos los apóstoles de la razón de Descartes para acá, un fiel presentante del ser humano que imaginaron (o al menos desearon) filósofos como Baruch Spinoza, Gottfried Wilhelm Leibniz, George Berkeley, Immanuel Kant o Johann Gottlieb Fichte.
  • Sin emociones, caemos en la apatía más estúpida. Una persona sin sentimientos sería digna de lástima, ya que sería completamente incapaz de actuar y no sabría qué debe pensar; sus neuronas no tendrían ningún motor ni ningún espíritu.
  • Sólo hay que imaginar a una persona que careciera de uno de los sentimientos básicos. Quien no siente miedo corre un gran riesgo de morir de forma prematura. Quien no siente asco tiene más opciones de envenenarse o de contagiarse de enfermedades. Quien no siente afecto se aísla, y quien no experimenta compasión provoca la sospecha y la extrañeza de los demás.
  • En todos los sentimientos elementales se trata siempre de una de dos cosas: o bien persigo algo, o bien intento evitar algo.
  • Si, por un lado, las emociones nos ayudan a reaccionar ante los estímulos exteriores, por otro se encargan de regular nuestros estados interiores.
  • Del mismo modo en que no pensamos con nuestro cerebro, sino que nosotros mismos somos un estado cerebral, en cierto sentido cabe decir también que nosotros somos nuestros sentimientos.
  • Sigismund Freud era un hombre poco accesible, consumía cocaína, descuidó a sus hijos, tenía una concepción horrible de la mujer, no toleraba ninguna disensión por parte de sus partidarios y sus estudios científicos, vistos en retrospectiva, parecen todo menos científicos. Y, a pesar de todo, fue un hombre importante, uno de los pensadores más influyentes de todos los tiempos.
  • En 1846, el médico e investigador de la naturaleza Carl Gustav Carus, un amigo de Goethe, ya habló de los «inconsciente» en su libro Psique. Sobre la historia de la evolución del alama y definió el «inconsciente» como la principal fuente de las emociones del alma.
  • En 1986 habló por vez primera del «psicoanálisis», inspirado por el «sutil método de exploración» del médico y amigo suyo Josef Breuer, quien había inducido a Bertha Pappenheim, una paciente traumatizada, a que hablara abiertamente de sus heridas anímicas.
  • A pesar de que la mayoría de sus libros suscitaron fuertes controversias y gozaron de una aceptación científica más bien escasa, el alto concepto que Freud tenía de sí mismo no sufrió la menor fisura. En 1917 situó su desciframiento del inconsciente a la misma altura que las aportaciones realizadas en sus campos respectivos por Copérnico y Darwin.
  • Freud consideraba que esta tripartición de la psique humana era una aportación suya, pero Nietzsche ya había utilizado estos tres términos con un sentido parecido.
  • El psicoanálisis no es una ciencia, sino un método, y su hipótesis no se pueden verificar científicamente. De ahí que treinta años después de la muerte de Freud, los neurocientíficos y el psicoanálisis se hallasen enfrentados de forma irreconciliable.
  • Cuanto mayor es la intensidad con la que nos concentramos en una cosa determinada, tantas menos cosas percibimos de cuanto escapa a nuestro objeto de atención.
  • Hay que reconocer que Freud tuvo razón en muchas cosas: la mayor parte de las cosas que ocurren en nuestro cerebro suceden de forma inconsciente, y este inconsciente tiene una poderosa influencia en nosotros.
  • Cuando recordamos algo, pensamos en un pensamiento o sentimiento que ha dejado huella en nuestro cerebro.
  • Los recuerdos hacen la vida más bella, pero sólo el olvido la hace soportable.
  • Una de las cuestiones más enigmáticas tiene que ver con otra decisión de mi memoria. Ésta no distingue tan sólo entre lo que nos es conocido y desconocido, sino también entre lo que es importante y no importante.
  • Lo revolucionario en el pensamiento de Wittgenstein estribaba en que situó el lenguaje en el centro de la filosofía.
  • El sueño de Wittgenstein era un lenguaje de precisión que permitiera aprehender y describir objetivamente la realidad en todos los ámbitos de la vida.
  • Un lenguaje de precisión es literalmente inhumano: aspirar a él significa no haber entendido la evolución humana y la función básica del lenguaje.
  • El motor de la evolución del lenguaje no ha sido el afán de verdad y de autoconocimiento. El estímulo de la génesis y la evolución de esta herramienta lo constituyeron las necesidades sociales del entendimiento.
  • Desde que en la década de 1960 el lingüista estadounidense Noam Chomsky forjó su teoría sobre el lenguaje, se considera muy probable que los seres humanos nazcamos con una capacidad innata para el lenguaje y la gramática.
  • El lenguaje fue «hecho» para «construir» la realidad y el mundo según las necesidades de la especie humana.
  • Robert Weiss afirmó que más frustrante aún que la ausencia de empatía que los demás sienten por uno, es la falta de empatía de uno por los demás. No ser querido es malo, pero no tener a nadie al que poder querer … ¡es todavía peor!
  • Querer a alguien o prodigar atenciones a otra persona constituye una oportunidad preciosa de hacerse indirectamente un bien a uno mismo.
  • Algunas personas son más sociables que otras, pero una persona totalmente asocial sufre sin lugar a dudas un trastorno de la conducta.
  • La vida de una persona que se encierra en su pequeño mundo conduce indefectiblemente a la atrofia psíquica.
  • Los seres humanos y los simios no son ni «buenos» ni «malos»; son capaces de ambos extremos, y el uno es tan natural como el otro.
  • Heinrich Heine diría en son de burla qeu no se podía escribir la historia de la vida del filósofo, puesto que Kant no había tenido vida ni historia.
  • La exhortación a ser bueno por principio, Kant lo llamó el imperativo categórico.
  • Puesto que el hombre está en condiciones de querer ser bueno, entonces también tiene que deber serlo. Para Kant, esta deducción no era una moral erigida por él, sino el modo como la razón humana funcionaba al dictado de sus principios lógicos. La ley moral existía en el interior del hombre.
  • Arthur Schopenhauer: «Llegará el tiempo en que aquel que no sepa lo que yo he dicho sobre alguna cosa quedará como un ignorante». La modestia no era su fuerte.
  • Schopenhauer era radicalmente escéptico y formuló una de las preguntas más espectaculares de la filosofía: ¿puedo querer lo que quiero? Si resulta que yo no puedo querer lo que quiero, ¡entonces todo se va al garete! Hay que concluir que la voluntad del hombre no es libre.
  • Tu voluntad hizo lo que quiso y tu razón se limitó a proporcionarle la justificación adecuada.
  • El reflejo preconsciente de querer hacer algo es más rápido que la acción consciente.
  • La razón por la que actuamos de cierta manera es completamente distinta del modo como juzgamos moralmente una acción. En nuestras acciones, los sentimientos desempeñan un papel muy importante, pero cuando realizamos juicios morales su influencia parece menor.
  • Los sentimientos de los otros provocan los mismos sentimientos en nosotros.
  • Kant liberó a la moral de la obligación con Dios; en lugar de estar obligado para con Dios, el hombre estaba obligado consigo mismo.
  • Resulta más fácil apretar un botón para matar a alguien que clavarle un cuchillo en el corazón. Cuanto más abstracta sea una acción brutal, tanto más fácil parece cometerla.
  • Cada vez que la sociedad reconoce que tiene un nuevo problema, el próximo correo trae una nueva moral.
  • Según todas las apariencias, el progreso moral en una sociedad se produce, más que por la razón, mediante la sensibilización de amplios sectores de la población respecto a ciertos problemas. El motor de los progresos sociales es el afecto.
  • Aunque le pese a Kant, no existe ninguna «ley moral» en el ser humano que lo obligue a ser bueno. Si se ha llegado a formar la conducta moral, ha sido porque a menudo ha demostrado ser ventajosa para el individuo y para el grupo.
  • Bentham se propuso convertir a la sociedad inglesa en una sociedad más liberal y tolerante. Ideó reformas sociales, se comprometió a favor de la libertad de opinión, elaboró un plan para instaurar una cárcel más humana y apoyó al movimiento feminista en sus albores.
  • El código penal dedica un párrafo a la «omisión de ayuda». Que no hayamos deseado una situación y que no hayamos querido vernos envueltos en ella no constituye ninguna objeción de principio contra la obligación de asumir nuestra responsabilidad.
  • En su origen, la religión era la plasmación de las intuiciones a imágenes y mandamientos. Más tarde se convirtió en una institución que regulaba el orden social.
  • La intuición concede a los recién nacidos y a los niños pequeños un derecho absoluto a la vida: de forma intuitiva nos parece que su vida ya tiene el mismo valor que cualquier vida humana.
  • Las estadísticas reflejan los estados de ánimo y dependen en gran medida del tipo de pregunta formulada.
  • La razón decisiva para respetar a un ser vivo y concederle el derecho a la vida es su capacidad de sentir bienestar o sufrimiento.
  • La pregunta de si es lícito que el hombre se coma a «otros animales» es fácil de responder: los simples placeres del paladar del hombre tienen un peso insignificante frente al sufrimiento indecible que supone para los animales tener que entregar su cuerpo y su vida.
  • En nuestra sociedad, la mayoría de las personas no sienten asco ni aversión al comer carne por la única razón de que no ven con sus propios ojos el sufrimiento de los animales. Nuestras neuronas-espejo se activan cuando oímos los berridos de un cordero en el matadero, pero permanecen inactivas ante un escalope a la vienesa
  • Por muy inciertas que sean las consecuencias de la intervención humana a largo plazo, al parecer la extinción de muchas especies no acarreará necesariamente consecuencias graves.
  • El hombre invierte mucho más dinero y energía para salvar animales relativamente poco importantes desde el punto de vista ecológico que en la preservación de algunos insectos, microbios y bacterias de reconocida importancia. Por lo tanto, la ecología no es el único motivo que nos induce a hacer algo por las especies animales amenazadas. Y es bueno que así sea, pues juzgar el valor de la vida meramente según su función en el ciclo biológico nos llevaría a resultados terribles.
  • Ningún filósofo ni ningún ecólogo puede ofrecer argumentos razonables para justificar por qué debe haber en este planeta millones de especies animales. Ahora bien, de un modo parecido, sólo con un gran esfuerzo filosófico podrá justificar la existencia de los seres humanos.
  • Por el momento, no se ha logrado clonar con éxito a los seres humanos. El número de los partidarios de la clonación humana reproductiva es muy pequeño.
  • La oveja Dolly llegó a cumplir seis años: la mitad de la esperanza de vida de una oveja normal. Cuando en febrero del 2003 murió a causa de una pulmonía, su estado físico era deplorable: sufría artritis y su herencia genética estaba muy dañada.
  • El poderde lospadres en la «confección» de sus hijos puede dar lugar a futuras reclamaciones de las personas afectadas, esto es, de los hijos.
  • ¿No sería mejor, tanto para el delincuente como para la sociedad, someter al enfermo mental a una operación, en lugar de encerrarlo de por vida o ejecutarlo? ¿Quién tendría la última palabra en estos casos? ¿Y quién evitaría los abusos que se podrían cometer en los casos dudosos, ya que siempre sería más barato recurrir al bisturí que financiar una estancia vitalicia en prisión?
  • ¿Quién recurrirá a las encuestas de antes, si ahora el sistema nervioso central del ser humano se ha convertido en una fuente de información que se puede explotar de forma inmediata?
  • Ningún otro filósofo de la Edad Media tuvo una influencia tan grande en el pensamiento de la época como santo Tomás.
  • Desde Anselmo, era de rigor comenzar cualquier tratado teológico con una demostración de la existencia de Dios que fuera lo más racional posible.
  • El joven Charles Darwin era considerado un desaste. Durante sus estudios de medicina en Edimburgo demostró dificultades de aprendizaje y falta de concentración. Las prácticas de autopsia le repugnaron.
  • Darwin recurrió a la imagen de la «lucha por la supervivencia». Si la naturaleza es un relojero, este relojero era ciego: la naturaleza no tiene ojos y no mira hacia el futuro. No planifica. No tiene imaginación ni previsión; no ve en absoluto.
  • Niklas Luhmann no sólo fue uno de los observadores de los procesos sociales más agudos de la segunda mitad del siglo XX; también fue un «continente intelectual» por derecho propio, un superlativo forjador de teorías. Ya su punto de partia, el concepto de «comunicación», supuso una revolución. Hasta entonces los sociólogos habían hablado del ser humano, de normas, de roles sociales, de instituciones y de acciones. Pero en Luhmann ya ningún ser humano actúa: sucede la comunicación. En la sociedad humana no se intercambian las materias y las energías, como sucede con las bacterias, ni las neuronas, como en el cerebro, sino las expectativas.
  • La paradoja del amor es que el más frágil de todos los códigos es el que debe procurar el máximo grado de estabilidad. Unas expectativas de las expectativas perfectamente ajustadas dan confianza, pero pierden todo el picante: las expectativas cumplidas eliminan la ilusión de improbabilidad, que es lo que da el incentivo a una relación amorosa.
  • Tres años de enamoramiento se consideran el máximo; el promedio es de tres a doce meses. Según las estadísticas internacionales, el momento de separación, se produce, de promedio, a los cuatro años de relación de pareja, cuando se revelan con estridencia los dientes mellados y demás defectos. Para el éxito de la relación de pareja, la única sustancia bioquímica de importancia a partir de este momento es la oxitocina.
  • Todo lo nuevo excita, todo lo sorprendente estimula, tanto negativa como positivamente. Lo improbable excita más que lo probable.
  • La idea de que uno debe reinventarse constantemente, a sí mismo procede de Sartre: «Con su hacer el hombre dibuja su rostro».
  • la gran dependencia recíproca entre razón y sentimiento explica por qué las personas no se comportan de un modo predecible. También explica por qué no pueden llevarse a la práctica tantas bellas ideas y buenos propósitos. Aunque esto pueda parecer terrible para el individuo, para la sociedad posiblemente no sea nada malo.
  • La pregunta de si la dotación psíquica determina la conducta, o viceversa, puede responderse así: tanto lo uno como lo otro. Mis acciones y mis estados cerebrales se entrecruzan intensamente en una infinita secuencia de hacer y ser, de ser y hacer: do be do be do.
  • Sólo tiene sentido tener o poseer algo si uno puede hacer con ello lo que le venga en gana, al menos hasta cierto punto. Es el sentido de la propiedad.
  • El inglés sir William Blackstone en el año 1796, en el segundo volumen de su famoso comentario al derecho inglés: «Nada estimula la fantasía humana y atrae las pasiones humanas tanto como el derecho a la propiedad; ese dominio exclusivo y despótico del que se vale una persona y que ejerce sobre las cosas exteriores de este mundo, derecho del que queda excluido cualquier otro individuo de este universo».
  • La idea de propiedad sólo es importante cuando entran en juego otras personas. La propiedad no es tanto una relación entre una persona y una cosa, cuanto más bien un «contrato» entre distintas personas.
  • Ni siquiera el comunismo tenía nada en contra de la propiedad privada; sólo estaba prohibida la propieda privada de medios de producción con los cuales pudiera producirse una «plusvalía» que hubiese significado, al modo capitalista, una desigualdad en la propiedad.
  • El precio que el afán de propiedad exige al propietario mismo es una cuestión muy desatendida en la psicología. En cambio, desde hace siglos se ha hablado del precio que el afán de propiedad tiene para los demás miembros de la sociedad.
  • ¿No había demostrado Adam Smith, el filósofo moral del siglo XVIII, que no era la justicia, sino el egoísmo, lo que hacía avanzar a una sociedad, tanto económica como moralmente? «No es la bondad ni la filantropía del carnicero lo que nos asegura la carne, sino su interés».
  • Rawls trata de demostrar que una sociedad justa puede conducir a la libertad y, por ende, a la felicidad de todos.
  • El dinero, el consumo, el poder y la perspectiva de una larga vida no dan la felicidad.
  • El dinero y el prestigio ocupan el escalafón más alto en nuestro sistema personal de valores, incluso por delante de la familia y de los amigos.
  • Nadie puede vivir permanentemente en una armonía absoluta consigo mismo.
  • Las expectativas modestas revelan dos cosas: un miedo vital bastante grande y una patente dificultad para digerir las decepciones. A aquel que esperar poco, por lo general tampoco le sucede gran cosa.
  • Para Epicuro, no son las posesiones, sino las relaciones sociales las que proporcionan la dicha más duradera: «De entre todas las cosas que la sabiduría enseña para alcanzar la vida feliz, el logro de la amistad es con mucho la más importante».
  • Un «epicúreo» que se atenga a las doctrinas de Epicuro es una persona equilibrada que exprime la felicidad de los múltiples pequeños placeres de la vida, vence sus miedos y vive socialmente y en armonía con los demás.
  • Nuestro cerero se muere de ganas por ocuparse en algo. La inactividad mental nos pone de mal humor. Si descansamos un solo día, se apagan en serie nuestras neuronas. La inactividad desemboca rápidamente en depresiones.
  • Las rutinas, con independencia de los aspectos positivos que puedan tener, a la larga no hacen feliz. El cambio y la novedad pueden ser fuentes de felicidad.
  • Epicuro dedicó mucho tiempo a enseñar a sus discípulos a disfrutar del aquí y ahora.
  • Es igual de rrróneo exigirse demasiado que exigirse demasiado poco: ambos extremos conducen a la infelicidad. Quien se exige demasiado sufre un estrés inevitable. Quien se exige demasiado poco sufre por la falta de segregación de dopamina: la falta de estímulos y la indiferencia son las consecuencias.
  • Para Sigmund Freud la felicidad consistía en «poder amar y trabajar».
  • En la vida todo adquiere valor por contraste. Es deseabel mucha felicidad, pero no lo es una felicidad constante.
  • Cada cual debe crear y trabajar su propia felicidad; si es regalada, en cambio, la felicidad pierde su valor.
  • La felicidad como dijo el escritor ruso Lev Tolstói, «no consiste en poder hacer lo que uno quiera, sino en querer siempre lo que se hace».
  • Dado que el mundo en conjunto no tiene ningún sentido, me queda la posibilidad de crear mi propio sentido. Este sentido aparece y desaparece como work in progress en la vida de cada individuo.
  • Actualmente la pregunta por el sentido de la vida sólo se puede responder de forma subjetiva: ¿qué sentido veo yo en mi vida?
  • No podemos aspirar a encontrar un sentido en el mundo, sino que debemos dárnoslo a nosotros mismos.
  • Ashleigh Brilliant: «Mejor que la vida no tenga sentido a que tenga un sentido que yo no pueda aprobar».
  • En las Crónicas de Prydain de Lloyd Alexander, mi libro preferido cuando era niño, el mago Dalben le dice al joven huérfano Taran, que busca el sentido: «A menudo la búsqueda de una respuesta es más importante que la propia respuesta».
  • Los únicos que de veras supieron lo que es el sentido de la vida fueron los Monty Python en su película del mismo título: «Bueno, ahí va el sentido de la vida. En realidad no es nada especial. Intenta ser amable con la gente, evita las comilonas, lee de vez en cuando un buen libro, no rehúyas las visitas y trata de vivir en paz y armonía con todas las razas y naciones».
  • Si me lo preguntas a mí, te diría: no pierdas la curiosidad, lleva a cabo tus buenas ideas y llena tus días de vida, y no tu vida de días.

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