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Sociofobia de César Rendueles – Apuntes

Posted by Raul Barral Tamayo en martes, 14 de agosto, 2018


© César Rendueles
Editorial: Capitán Swing Libros.

Tras el derrumbe de la utopía neoliberal, el gran consenso ideológico de nuestro tiempo es la capacidad de las tecnologías de la comunicación para inducir dinámicas sociales positivas. La economía del conocimiento se considera unánimemente como la solución al deterioro especulativo de los mercados; las redes sociales son el remedio a la fragilización de nuestras vidas nómadas y globalizadas; la ciberpolítica aspira a regenerar nuestras democracias exhaustas… Nos gusta imaginar Internet como una especie de ortopedia tecnológica que ha transformado hasta el punto de su virtual superación los dilemas prácticos heredados de la modernidad.

Sociofobia cuestiona, en primer lugar, este dogma ciberfetichista. La ideología de la red ha generado una realidad social disminuida, no aumentada. Sencillamente ha rebajado nuestras expectativas respecto a lo que cabe esperar de la intervención política o las relaciones personales. Por eso Sociofobia, en segundo lugar, realiza una ambiciosa reevaluación crítica de las tradiciones políticas antagonistas para pensar el postcapitalismo como un proyecto factible, cercano y amigable.

César Rendueles (Girona, 1975) creció en Gijón pero vive desde hace casi veinte años en Madrid. Es doctor en filosofía y trabaja como profesor en el departamento de teoría sociológica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. También ha sido profesor en la Universidad Carlos III de Madrid y conferenciante invitado en varias universidades españolas y latinoamericanas. Fue miembro fundador del colectivo de intervención cultural Ladinamo, que editaba la revista del mismo nombre, y durante ocho años se encargó de la coordinación cultural y la dirección de proyectos del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ha escrito sobre cuestiones relacionadas con la epistemología, la filosofía política y la crítica cultural en diversas revistas especializadas.

Algunas de las cosillas que aprendí leyendo este libro que no tienen porque ser ni ciertas ni falsas ni todo lo contrario:

  • La segunda mitad de la época victoriana se caracterizó por lo que el historiador Mike Davis denominó una «crisis de subsistencia global»: un holocausto que causó entre treinta y cincuenta millones de muertos y apenas se menciona en los libros de historia convencionales.
  • Buena parte del siglo XIX fue relativamente pacífico en Europa, al menos si se compara con el pasado inmediatamente anterior. Las cosas no les fueron tan bien a los países que los occidentales colonizaron.
  • En la mayor parte del mundo el capitalismo se impuso literalmente como una invasión militar.
  • Entre 1875 y la Primera Guerra Mundial una cuarta parte de la superficie de la Tierra fue repartida entre un puñado de países europeos, Estados Unidos y Japón.
  • Las metrópolis desarrollaron planes detallados para desarbolar las instituciones locales de los territorios donde se asentaron. Entramados sociales con siglos de antigüedad saltaron por los aires en unos años. Fue un proyecto poco sistemático y a menudo torpe, aunque a la postre eficaz, dirigido a implantar un tipo de dependencia administrable mediante un aparato económico, político y militar moderno.
  • En 1852 Karl Marx expuso con vehemencia este punto de vista en un artículo titulado La dominación británica en la India: «Por muy lamentable que sea desde un punto de vista humano ver cómo se desorganizan y descomponen en sus unidades integrantes esas decenas de miles de organizaciones sociales laboriosas, patriarcales e inofensivas (…) nbo debemos olvidar al mismo tiempo que esas idílicas comunidades rurales constituyeron siempre una sólida base para el despotismo oriental; que restringieron el intelecto humano a los límites más estrechos».
  • En términos históricos, lo viejo no suele ser sinónimo de frágil sino más bien de robusto. Las instituciones tradicionales habían conseguido en el pasado limitar, en algunos casos con eficacia, los efectos de las megacatástrofes asociados a El Niño. Crearon sistemas de asistencia rudimentarios que redujeron de forma importante la mortalidad. En el peor de los casos, permitieron la reconstrucción de las comunidades tras la hecatombe.
  • Mike Davis: «Millones de personas murieron no porque estuvieran ‘fuera del sistema mundial moderno’, sino porque fueron violentamente incorporadas en sus estructuras económicas y políticas. Murieron en la época dorada del capitalimos liberal».
  • El mito fundamental de los llamados estados del bienestar afirma que fueron el resultado de la prudencia, el consenso, el aprendizaje de los errores pasados y el altruismo. En realidad, formaron parte de una estrategia inteligente y ambiciosa, capitaneada por Estados Unidos, para minimizar el atractivo de la vía soviética en Europa.
  • Los procesos históricos inagurados por los holocaustos victorianos fundaron el tercer mundo y definieron su naturaleza.
  • La consolidación del capitalismo a escal amundial mantiene una estrecha solidaridad con procesos destructivos de gran envergadura.
  • No existe consenso entre los especialistas acerca del nivel de urbanización contemporáneo porque la idea de ciudad se ha desdibujado por completo.
  • En contra de la creencia popular de que el aumento de la esperanza de vida en Occidente fue la consecuencia de sofisticados avances médicos y farmacológicos, los expertos coinciden en que el factor más importante fue la generalización de los sistemas de saneamiento. El arma más eficaz contra la enfermedad que ha inventado el ser humano son las cisternas y las alcantarillas. La acumulación de excrementos en los lugares que carecen de estas instalaciones es uno de los principales problemas urbanos a escala mundial.
  • Se calcula que las personas que viven en lugares sin instalaciones sanitarias ingieren diez gramos de materia fecal al día. En la última década han muerto más niños por diarrea que personas en guerras desde la Segunda Guerra Mundial.
  • Las áreas urbanas hperdegradas (los megaslums) son el probema colonial del siglo XXI. Son el subproducto de las políticas liberales. Las políticas de devaluación, privatización de la educación y la saniedad, destrucción de la industria local, supresión de las subvenciones alimentarias y reducción del sector público deterioraron radicalmente tejidos urbanos que ya tenían gravísimas carencias.
  • Las conurbaciones de miseria son el envés del capitalismo de casino, el dique de contención de la población excedente en una economía cada vez más especulativa y tecnologizada. Son una fuente potencial de conflictos de una magnitud que ni siquiera alcanzamos a imaginar.
  • En lo más profundo de nuestros corazones sentimos que la alternativa existente al capitalismo avanzado no es ya la solidaridad conservadora de las comunidades tradicionales sino un continuo infernal de pobreza, corrupción, crimen, integrismo y violencia.
  • En términos generales, la gente está dispuesta a pagar más para conservar aquello que considera suyo, que para adquirir algo que no considera de su propiedad, aunque se trate exactamente del mismo objeto.
  • Despreciamos el consumismo, el populismo democrático y la economía financiera pero los precomprendemos como el único baluarte frente a la barbarie contemporánea.
  • Una vez que el ideal de libertad aparece en el mundo es completamente imparable, ningún político puede excluirlo.
  • El crítico musical Victor Lenore explica cómo la música popular que escucha y baila la gente pobre es sistemáticamente vapuleada por los especialistas como tosca, repetitiva e incluso inmoral.
  • La sociofobia es un sesgo universal y no podemos escapar de ella. Muchos movimientos ruralistas y comunitarias, nostálgicos de las relaciones tradicionales sosegadas y del slow life, se basan en una percepción de la gran ciudad como un lugar de exceso social, no de aislamiento individualista.
  • Una realidad fascinante del capitalismo es que se ha impuesto a escala mundial a pesar de carecer de grandes discursos de legitimación. La sociedad de mercado no tiene ningún Pericles, Catón o san Agustín.
  • La mayor parte de los discursos dominantes acerca de nuestra realidad social están dirigidos a negarla. Los políticos sólo hablan de la desigualdad, la explotación o la alienación para difuminarlos como efectos colaterales de un proceso de mejora en marcha y, en todo caso, inevitable.
  • Desde cierto punto de vista, nuestra sociedad es extremadamente similar a todas las demás y una parte de la crítica política moderna está dedicada a sacar esto a la luz: la escasa diferencia entre los siervos y los asalariados.
  • Desde hace dos siglos estamos inmersos en un experimento de ingeniería social a una escala jamás soñada.
  • Con la modernidad el mercado se convirtió por primera vez en una institución general que impregna la totalidad de la realidad social. La compraventa ha colonizado nuestros cuerpos y nuestras almas.
  • La gente siempre necesita comida, abrigo, cuidados y un lugar donde caerse muerto. ¿Es razonable someter esas necesidades estables al azar del mercaod?
  • El mercado libre ni ha existido nunca ni puede llegar a existir. Es una quimera que ha causado una cantidad insólita de sufrimientos. En el capitalismo realmente existente, el estado interviene constantemente para evitar que el país de nunca jamás del libre mercado se desmorone como un edificio de anipes arrastrando consigo a las élites que se aprovechan de sus falsas promesas.
  • La utopía mercantil nos ofrece la posibilidad de satisfacer nuestros deseos sin necesidad de atravesar una tupida red de conexiones familiares, religiosas, afectivas o estamentales.
  • El panóptico es una construcción circular. Las personas supervisadas habitan celdas individuales dispuestas a lo largo de la circunferencia del edificio, mientras los vigilantes ocupan un t oreón de vigilancia ubicado en su centro. Una serie de dispositivos constructivos permiten que los guardianes observen a los prisioneros sin ser vistos.
  • El panóptico es el modelo de las relaciones de poder internacionales en la modernidad. Nadie puede ser tan ingenuo como para pensar que las relaciones entre Occidente y los países periféricos están basadas en la cordialidad. Es una dominación sutil y barata para los ganadores.
  • La utopía del libre mercado ha fracasado. Este desastre ha dado lugar a sucesivas crisis especulativas cada vez más destructivas. Es un resultado tediosamente previsible cuando la búsqueda del beneficio privado se antepone a cualquier límite político.
  • La fortuna de Carlos Slim, Amancio Ortega, Bill Gates o Warren Buffett es puramente virtual, es una entelequia, nadie puede convertir en efectivo esa cantidad de dinero.
  • En los países pobres las sociedades tradicionales no han desaparecido sin más dando paso a meros flujos de intercambio desigual y colonialismo económico.
  • La destrucción de las sociedades neolíticas no ha eliminado la fricción social, más bien la ha corruompido transformándola en miseria, violencia, desesperación, fanatismo y enfermedad.
  • El socialismo, el anarquismo, el comunismo o los movimientos autónomos se propusieron romper la heteronomía capitalista e instituir un espacio público donde fuera posible, al menos en principio, gobernar nuestras vidas.
  • Hay un poema titulado «El comunismo es el término medio» donde Bertolt Brecht rechaza las acusaciones de radicalismo. Lo radical es el capitalismo, que ha subvertido cualquier límite material, moral o ecológico.
  • Los anticapitalistas entendieron que los grandes dramas de nuestra era (la desigualdad material y social, la inestabilidad económica, el racismo o el patriarcado) son cuestiones sencillas de resolver con unos pequeños ajustes: apenas un cambio en la propiedad de los medios de producción y algo de ilustración.
  • Lo postmodernidad ha acelerado el movimiento de destrucción de los vínculos sociales tradicionales ahciendo saltar por los aires la continuidad de las carreras laborales, las relaciones afectivas y familiares o las lealtades políticas. A cambio, se ofrece una alternativa basada en lo que se supone que son nuevas formas de sociabilidad: una creciente red de contactos entre sujetos frágiles, nodos tenues pero tupidos, conectados con la ayuda de una aparatosa ortopedia tecnológica.
  • El fetichismo de las redes de comunicación ha impactado profundamente en nuestras expectativas políticas: básicamente, las has reducido.
  • Muchos africanos utilizan hoy dispositivos aanzados de telefonía móvil sin haber pasado antes por el ordenador personal.
  • Las principales limitaciones a la solidaridad y la fraternidad son la desigualdad y la mercantilización.
  • El programa emancipatorio clásico (el del socialismo, el comunismo y el anarquismo) ha muerto, al menos en su literalidad. No porque sus reivindicaciones carezcan hoy de sentido o hayan sido realizadas. Más bien al contrario. Lo que ocurre es que la igualdad y la libertad son asuntos demasiado urgentes e importantes como para dejarlos en manos de proyectos en los que muy poca gente se reconoce.
  • Toda esta efervescencia social digital es, en el fondo, suntuaria, decorativa. Es inútil para lo que debería servir la vida en común: cuidar los unos de los otros.
  • Pienso que Internet no es un sofisticado laboratorio donde se está experimentando con delicadas cepas de comunidad futura. Más bien es un zoológico en ruinas donde se conservan deslustrados los viejos problemas que aún nos acosan, aunque prefiramos no verlos.
  • En sociología o en historia se utiliza el concepto de «causa» con mucha más laxitud que en ciencias naturales, donde es prácticamente sinónimo de regularidades universales y matematizables.
  • Las causas, en este sentido amplio, son aquello que limita el abanico de posibilidades y no tanto lo que provoca un efecto bien definido. Solemos identificar las causas con la capacidad de un sistema de acontecimientos para resistir a las transformaciones.
  • La tecnología de la que disponemos condiciona nuestras relaciones persistentes con nuestro medio y nuestra organización social. Además, la tecnología es menos dúctil al cambio social que otros fenómenos.
  • El progreso tecnológico ha sido un compañero de viaje de las esperanzas utópicas modernas. Cuando Lenin dijo que el socialismo era los soviets más electricidad, estaba expresando una idea profundamente asentada, y no sólo entre la izquierda política.
  • Marx otorgó un peso importante a la tecnología en el cambio histórico. Sin embargo, por lo que toca a la emancipación socialista, la tecnología desempeñaba un papel puramente preparatorio.
  • La tesis marxista es bastante pesimista: sin avances materiales sustanciales, no es posible ni siquiera plantearse la liberación política. Mientras la escasez siga dominando, la cooperación y el altruismo no tienen ninguna posibilidad. El socialismo necesita un contexto de abundancia material.
  • El desarrollo tecnológico genera paro o sobreocupación, en vez de tiempo libre, el aumento de la productividad produce crisis de sobreacumulación, en vez de abundancia; los medios de comunicación de masas alienación, en vez de ilustración …
  • Por primera vez en mucho tiempo, los activistas comparten argumentos y proyectos con personas ajenas a su tradición organizativa e incluso con opiniones antagónicas. Jimbo Wales, el fundador de Wikipedia, es un anarcoliberal que cita a Friedrich Hayek con frecuencia y soltura, al igual que el conocido hacker Erik S. Raymond. La razón de fondo es que se ha generalizado una comprensión de Internet como la realización más acabada del ideal de acción comunicativa habermasiano: individuos libres interactuando sin lastres analógicos, de modo que su racionalidad común pueda emerger sin cortapisas.
  • Las experiencias de desarrollo social basadas en alguna innovación tecnológica se han estrellado repetidamente con la necesidad de superar constricciones procedentes tanto del mercado como de la acción del Estado.
  • La concepción dominante de Internet como una plataforma privilegiada para la extensión de al democracia, la participación y la cooperación se ha enfrentado reiteradamente con la realidad.
  • Las pruebas empíricas sugfieren sistemáticamente que Internet limita la cooperación y la crítica política, no las impulsa.
  • El mundo vive desde hace décadas una hegemonía cultural anglosajona abrumadora. Y eso por no hablar de los filtros ideológicos en la difusión de la información.
  • En las últimas décadas la propiedad intelectual se ha convertido en una pieza clave de la economía capitalista.
  • Casi nunca se incide en la relación orgánica entre el copyright y la capacidad para obtener ganancias no productivas. Las mismas tecnologías que convierten algunas formas de propiedad intelectual en un bien político la transforman en una fuente de beneficios especulativos.
  • La actividad especulativa es la principal fuente de beneficios en el capitalismo occidental contemporáneo y el derecho de monopolio del copyright se ha desvinculado de sus objetivos originales para convertirse en un fin en sí mismo.
  • La fuente real de beneficios basados en el copyright es la capacidad para vender mercancías cuyo coste marginal, a partir de cierto umbral, tiende a cero. Los grandes monopolistas de la propiedad intelectual pueden obtener beneficios casi sin gastos productivos asociados.
  • La red no ha creado ninguna comunidad virtual semejante, más bien es parasitaria de escenas convencionales ya existentes.
  • Las editoriales reducen el ruido, algo para lo que Internet no es precisamente una herramienta muy eficaz.
  • Internet no ha hecho desaparecer ni el negocio del libro ni la crítica especializada, más bien ha convertido la crítica amateur en un oscuro negocio.
  • La industria del copyright es un viejo dinosaurio analógico que se resiste a adaptarse a un nuevo contexto libre de fricción donde el tamaño ya no importa.
  • Los precios transmiten información relacionada con la escasez y la competencia pero oscurecen la información que tiene que ver con la cooperación, la abundancia o los procesos deliberativos.
  • El copyleft parece conservar lo mejor del mercado y de las alternativas no comerciales: alienta la creatividad individual, permite la cooperación, restringe tanto las posibilidades de control burocrático como la mercantilización. El origen del copyleft es el desarrollo del software, y no es un hecho trivial.
  • El copyleft es un sistema de cuatro libertades de uso interrelacionadas: la libertad de ejecutar el programa, la libertad de estudiar cómo trabaja el programa y cambiarlo, la libertad de redistribuir copias con o sin ánimo de lucro, la libertad de dsitribuir copias de sus versiones modificadas a terceros.
  • El copyleft no está limitado al software, se puede aplicar a cualquier tipo de propiedad intelectual.
  • El copyleft en sentido estricto incluye la libertad de difundir los materiales licenciados con cualquier objetivo, incluso comercial.
  • ¿Es sensato que tenga licencias ultrarrestrictivas una película cuya producción ha sido subvencionada al 100% y que posteriorment ha sido comprada para su emisión en una televisión pública?
  • Evgeny Morozov explica que un descubrimiento fascinante de los dirigentes de la antigua RDA fue que aquellas ciudades que tenían acceso a la televisión occidental estaban más satisfechas con el régimen comunista que aquellas a las que no llegaba la señal televisiva de la RFA. El Partido Comunista Chino ha descubierto que Lady Gaga es una aliada, no el enemigo.
  • Pasolini rodó algunas de sus obras maestras sin tener la menor idea de las convenciones cinematográficas.
  • No es exagerado decir que los bibliotecarios son el núcleo de la comunidad sociológica de Wikipedia.
  • Las empresas son archipiélagos de autoritarismo rodeados de un contexto legal público formalmente igualitarista y en ellos pasamos la mitad de nuestra vida adulta consciente.
  • Hasta el siglo XVIII la mayor parte de los hombres y mujeres sabía con bastante precisión en qué iba a consistir su vida, dónde residirían, a qué edad se casarían, a qué se dedicarían …
  • La mercantilización generalizada ha llegado a producir un proceso de corrosión de la personalidad, de la subjetividad. Ya no sólo los procesos de trabajo sino incluso las propias carreras laborales se han fragmentado, la ocupación ha dejado de ser un lemento que da coherencia a nuestras vidas. En general, nada lo hace.
  • Los fundadores de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, la CECA, que fue el germen de la UE, pretendían explícitamente crear intereses comerciales comunes en Centroeuropea como una forma de prevenir nuevos conflictos bélicos en la región. Un inmenso despliegue de esfuerzos políticos y culturales no había logrado evitar que la histórica enemistad entre Francia y Alemania arrastrara al mundo a dos guerras mundiales. El comercio obraría ese milagro.
  • Los vínculos sociales de las tecnologías de la comunicación pueden convivir con la fragmentación de la subjetividad postmoderna. Es más, dependen de ella.
  • Tanto el altruismo como el egoísmo se pueden explicar como el resultado de un cáculculo hedónico, es decir, como el resultado de la satisfacción que obtenemos de obrar de cierta manera.
  • Somos muchos más compasivos con aquellas desgracias que nos afectan subjetivamente que con aquellas situaciones que consideramos objetivamente más graves. Es falso que disponer de más información aumente la solidaridad y el altruismo, en realidad casi siempre hace que disminuyan. Lo que aumenta la probabilidad de que nos preocupemos por otras personas son las situaciones en las que desarrollamos empatía.
  • Lo que realmente se opone al egoísmo no es tanto el altruismo como el compromiso.
  • Si el compromiso normativo no depende del altruismo, ¿ de qué depende entonces? Básicamente de las relaciones personales y de las instituciones.
  • El conjunto de normas, procedimientos y supervisión es aproximadamente lo que llamamos una institución, es decir, una manera codificada de hacer algo, que no se debe confundir con una organización o una comunidad.
  • Pocas iglesias a lo largo de la historia han contado con la entrega de fieles como nosotros, trabajadores asalariados.
  • La búsqueda de razones más allá de cierto punto suele dinamitar los sistemas de reglas, como bien saben los teólogos. Si me pregunto seria y sistemáticamente por qué no puedo tomar el nombre de Dios en vnao, tengo bastantes papeletas para llegar a una respuesta escéptica.
  • Alguien me contó que en uno de los primeros viajes de Richard Stallan a España le intentaron regalar varios CD de grupos locales. Él explicó amablemente que no podía aceptar el regalo porque no quería poseer ningún material con licencias restrictivas.
  • Las dos soluciones ortodoxas que generalmente se proponen a esta tragedia de los comunes son, alternativamente, la privatización o la burocratización. La idea es que la privatización del recurso común hará que cada propietario vele por la preservación de la parte que le corresponde, ya que no tendrá que temer que otros copropietarios gorroneen sus esfuerzos. Con la gestión burocrática, una agencia externa se encarga de la gestión del recurso y supervisa las asignaciones castigando a los infractores.
  • Elinor Ostrom se hizo una pregunta interesante. ¿Cómo pudieron sobrevivir los bienes comunes en las sociedades tradicionales? Lo enigmático es que no se haya dado la tragedia de los comunes más a menudo.
  • Internet es la utopía postpolítica por antonomasia. Se basa en la fantasía de que hemos dejado atrás los grandes conflictos del siglo XX.
  • La cooperación en Internet nos devuelve violentamente al punto de partida de las tradiciones emancipatorias. La cuestión es si podemos recuperar algo de lo aprendido a lo largo de más de un siglo de intentos de transformación social o si tenemos que empezar desde cero.
  • El mensaje que no queremos oír es que nuestras esperanzas ciberutópicas han nacido muertas.
  • La verdad es que fue uno de los periodos más sangrientos que conocemos, el menos en términos cuantitativos. Se calcula que entre 1900 y 1993 se produjeron ciento cincuenta y cuatro guerras que se cobraron más de cien millones de vidas, de las cuales el 80% eran civiles.
  • Veinte años después Chomsky recordaba así a Foucault: «Nunca he conocido a nadie que fuera tan completamente amoral. Generalmente cuando se habla con alguien, uno da por sentado que se comparte algún territorio moral. Con él sentí, sin embargo, como si estuviera hablando con alguien que no habitara el mismo universo moral».
  • Padecemos déficit cognitivo que nos impide hacernos cargo de grandes magnitudes más allá de cierto límite. Por eso los modelos del sistema solar o de la estructura del átomo que todos conocemos son imágenes muy estilizadas, no presentaciones a escala. Es como si tuviéramos un sesgo cognitivo similar que afecta las representaciones morales de aquellas acciones que forman parte de procesos muy amplios, complejos y de largo recorrido.
  • Los marxistas suelen fechar el sometimiento de la política a la economía en el fracaso de las revoluciones de 1848. En esa fecha la economía se tragó las esperanzas de democratización y autonomía de la vida pública.
  • Se suele decir que la economía determina los límites de las posibilidades políticas. Es decir, los procesos económicos no dictan exactamente lo que las organizaciones políticas pueden hacer, pero establecen un marco restrictivo que coarta su capacidad de elección. Aunque, básicamente, estoy de acuerdo con esta idea, también tengo algunas reservas. Los límites, o con más exactitud, las oportunidades, no nos dicen automáticamente algo acerca de las elecciones.
  • Sabemos que las oportunidades influyen mucho en los deseos: tendemos querer lo que podemos conseguir. Así que tal vez las limitaciones hagan que no sepamos lo que queremos realmente. Si no hay abundancia de oportunidades, no podemos estar seguros de que estamos tomando nosotros mismos nuestras propias decisiones, aunque creamos estar haciéndolo.
  • Alguna gente con problemas de autocontrol mete su tarjeta de crédito en un vaso de agua que a continuación congela. De este modo tiene que darse algún tiempo antes de comprar.
  • Una conducta ética cabal sería preferir morirse de frío a vestir ropa fabricada por trabajadores que cobran sueldos de miseria. Muy razonablemente, los revolucionarios no confían en que esta virtud superrogatoria pueda generalizarse. Los anticapitalistas quieren construir una sociedad en la que se pueda ser bueno sin necesidad de ser un héroe, donde los determinantes estructurales del capitalismo no interfieran constantemente en nuestras decisiones éticas, políticas y estéticas.
  • Para el filósofo John Rawls la forma de concebir una organización social justa consiste en imaginar qué principios suscribirían personas que van a formar parte de esa organización pero no saben qué posición social van a ocupar en ella. Si no sé cuál de los trozos de la tarta que estoy cortando me voy a comer, lo más inteligente es cortar porciones equitativas.
  • Una sociedad justa sería aquella que produce el máximo consenso posible entre sus miembros y, al mismo tiempo, permite el mayor número de formas diferentes de expresión de la individualidad.
  • Hay un círculo del infierno reservado para aquellos que piensan que pueden mediar entre Kant y Aristóteles, entre el contractualismo y las éticas de la virtud. Son dos arquitecturas éticas contrapuestas, en cierto sentido complementarias y en cierto sentido contradictorias.
  • La autonomía es un mérito reservado paa unos pocos: básicamente, varones blancos, ricos y con buena salud. De ahí la larga y atroz historia de grupos sociales a los que se ha considerado tutelables en la modernidad ilustrada: mujeres, pobres, trabajadores no cualificados, no occidentales en general, marginales, analfabetos, inmigrantes, locos, etc.
  • La sociabilidad que ofrece el capitalismo puede llegar a ser muy abundante pero siempre es extremadamente epidérmica. Es el caso de los vínculos sociales reticulares de las sociedades postmodernas. Hay una gran cantidad de sociabilidad en Internet, pero resulta inservible para los cuidados.
  • Si alguna lección deberíamos haber aprendido del capitalismo es que la alienación y la insolidaridad son perfectamente congruentes con estándares altos de nivel de vida y de educación.
  • El capitalismo es compatible con las relaciones sociales reticulares y cierto nivel de cooperación trivial, no así con el cuidado mutuo. Por eso, sigue existiendo una enorme masa de trabajo de cuidados ajeno al mercado pero imprescindible para que las relaciones mercantiles se desarrollen con normalidad.
  • El capitalismo parasita los cuidados mutos. Según algunas estimaciones, el trabajo de cuidados no remunerado equivaldría al 50% del PIB de un país desarrollado. Cada mañana se levanta de sus catres un descomunal ejército de trabajadores y consumidores alimentado, sano y limpio dispuesto a seguir moviendo la gran rueda de hámster capitalista. Sin el trabajo de cuidados no retribuido sería sencillamente imposible.
  • Mientras la mayoría de pensadores del momento celebraba la expansión de la prensa y las revistas como una vía de democratización. Kierkegaard pensaba que iba en detrimento de la vida política. La prensa destruía la actividad política genuina, que para Kierkegaard tenía que ver con los compromisos intensos y las elecciones arriesgadas.
  • Muchas organizaciones revolucionarias surgieron como asociaciones de apoyo mutuo que trataban de mitigar la destructividad social del capitalismo. Se parecían mucho más a comedores populares que a células clandestinas militariformes.
  • A un maestro de un taller gremial le hubiera resultado absurda la idea de que se puede despedir a un aprendiz incompetente, más o menos como si a nosotros nos propusieran desterrar a un sobrino antipático.
  • Deberíamos desconfiar de aquellos proyectos de liberación que no sólo no dice nada sobre la dependencia mutua, como la mayor parte de los programas políticos modernos.
  • Las ciencias sociales nacieron en el siglo XIX como un intento de afrontar teóricamente los dilemas prácticos de la modernidad. El ciberutopismo y la sociofobia son la herencia práctica de esa aspiración, ya desactivada conceptualmente, y transformada en una cosmovisión poco definida pero muy extendida.
  • Muy rara vez se han pedido cuentas a las distintas teorías sociales por los paupérrimos resultados obtenidos, que suelen ser claramente inferiores a los que se hubieran logrado si sencillamente se hubiera aplicado el sentido común o se hubiera continuado con las prácticas acostumbradas.
  • En un conocido experiment informal, el Wall Street Journal hizo que un mono con los ojos vendados lanzara dardos a una diana en la que habían colocado las cotizaciones bursátiles. La cartera de acciones del mono consiguió mejores resultados que el 85% de las gestoras de fondos estadounidenses.
  • Si uno se sitúa en un punto de vista estrictamente formal, la cuestión de cuál debería ser la arquitectura política que nos permita superar los problemas públicos urgentes puede darse por respondida de antemano: ninguna.
  • Las únicas versiones de la soberanía colectiva que conocemos hoy son el resultado no de la racionalidad colectiva sino más bien de impulsos atávicos, religiosos o identitarios.
  • Imaginamos el mundo islámico como una magma colectivista y, por eso mismo, fanático e irracional.
  • El mayor desafío al ciberfetichismo y la sociofobia no es el ludismo o el comunitarismo sino la concreción política.
  • En 2012 se produjo una oleada de suicidos en India vinculada a los microcréditos que sacó a la luz cómo la iniciativa había dado pie a una burbuja financiera en la que se había visto atrapada mucha gente sin recursos. Personas muy pobres que habían solicitado pequeños préstamos se quitaban la vida ante la imposibilidad de satisfacer los pagos de sus deudas.
  • En 1950 en España el 60% de los viejas se realizaban en ferrocarril y sólo el 40% por carretera. A finales de la década de los noventa, el transporte por ferrocarril se había reducido a menos del 6% y el de carretera había pasado al 90%. Este cambio no fue el resultado de un conjunto de preferencias individuales acontextuales, sino de una colusión de políticas públicas activas y costosas e intereses privados de las élites económicas en el sector de la construcción y la automoción.
  • No existe ninguna razón para pensar que el cruce de decisiones maximizadoras individuales vaya a dar lugar a un estado de cosas deseable para la mayoría. Adam Smith y los fundadores del liberalismo del siglo XVIII recurrieron a la providencia divina para confiar en que así sería.
  • Karl Polanyi afirmaba que en una sociedad de mercado nuestras preferencias están desestructuradas. Lo decía en el sentido de que no disponemos de un marco de normas que oriente nuestras prioridades. Es una buena aproximación a la ruina del consumismo.
  • Si uno está dispuesto a aceptar la pobreza, la desigualdad, la contaminación o la ignorancia como resultados aceptables de los procesos económicos, es difícil pensar en un sistema productivo que no sea capaz de cumplir tan bajas expectativas. La única ventaja del mercado es que sus fallos, que no son necesariamente menores que los de un sistema centralizado, parecen menos evidentes o urgentes.
  • Jon Elster: «Cuando la gente trata de decidir su participación en una empresa cooperativa, a menudo intenta ver qué hacen los demás. Algunos piensan de esta manera: ‘Si la mayoría de los otros coopera yo debería hacer mi parte, pero si no lo hacen yo no tengo ninguna obligación de hacerlo’. Otros razonan de la manera exactamente opuesta: ‘Si la mayoría de los otros cooperan no hya ninguna necesidad de que yo lo haga. Si otros pocos cooperan será mayor mi obligación de hacerlo’. De hecho, la mayoría de los individuos está sujeta a estos dos mecanismos psíquicos y es difícil saber por anticipado cuál se impondrá».
  • En el capitalismo realmente existente, la apuesta por el mercado siempre ha estado supeditada al enriquecimiento de las clases dominantes. Cuando no ha cumplido satisfactoriamente ese objetivo, ha sido violentamente suspendida.
  • La mercantilización tienede desesperadamente a la homogeneización de realidades que no guardan ninguna relación entre sí: las transacciones financieras y la comida, el trabajo y los coches de lujo, la propiedad intelectual y la moneda. El centralismo soviético cometió el error recíproco al pensar que la producción de cualquier bien o servicio se podía planificar con eficacia.
  • Somos seres codependientes, frágiles y sólo parcialmente racionales, no ángeles asociales que pueden subsistir manteniendo relaciones fragmentarias y esporádicas.
  • A lo largo de la historia, las instituciones robustas y estables han sido receptivas a la diversidad de motivaciones y a las posibles debilidades de sus miembros. La iglesia católica es ejemplar en ese aspecto.
  • El capitalismo está en crisis permanente y es increiblemente frágil, sobre todo si se compara con sistemas productivos que han sobrevivido miles de años. Si parece tan resiliente es porque produce una dependencia del camino extrema. Una vez iniciada la senda de la privatización y el enfrentamiento individualista, es muy difícil desandarla.
  • Conocemos algunas instituciones modernas exitosas sensibles a la diversidad de motivaciones, estables y al mismo tiempo socialmente plásticas. Un buen ejemplo son las universidades.
  • Somos muchos más dependientes de los demás que, por ejemplo, los miembros de una banda de cazadores-recolectores, pero nos encanta imaginarnos como seres autónomos que picotean caprichosamente en la oferta de sociabilidad.
  • Lo único que nos une es nuestra lealtad ritual a las ventas y las compras. Ninguna religión a lo largo de la historia ha logrado una universalidad semejante.
  • Nadie conoce ya a los sociólogos, economistas o pedagogos de moda. ¿Skinner, Galbraith, Dahrendorf …? No nos suenan.
  • Un postcapitalismo factible es infinitamente complejo. Tanto como la cotidianeidad de relaciones comunes que ni hoy ni nunca alcanzaremos a entender plenamente.

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